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Los ensayos de Eduardo Mallea. Este año cuando han comenzado
las especulaciones por el Bicentenario, 1816- 2016, este hecho habilita la
posibilidad de volver a leer las reflexiones de nuestro escritor, sobre el sujeto cultural argentino,
acerca de nuestra identidad, acercarnos a sus definiciones sobre argentinidad. Sus
páginas muestran una actitud crítica que presupone un contenido de interés
socio- político de nuestro país, como ejemplo Historia de una pasión
argentina...
Los ensayos de Eduardo Mallea. Este año cuando han comenzado las especulaciones por el Bicentenario, 1816- 2016, este hecho habilita la posibilidad de volver a leer las reflexiones de nuestro escritor, sobre el sujeto cultural argentino, acerca de nuestra identidad, acercarnos a sus definiciones sobre argentinidad. Sus páginas muestran una actitud crítica que presupone un contenido de interés socio- político de nuestro país, como ejemplo Historia de una pasión argentina...
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ACERCÁNDONOS A LAS CLAVES
DEL “IDEARIO” DE EDUARDO MALLEA.
La obra de Eduardo Mallea hace
ya más de una década que tiene muy poca repercusión. Este año cuando han
comenzado las especulaciones por el bicentenario, 1816- 2016, considero que este
hecho habilita la posibilidad de volver a leer las reflexiones de este escritor
argentino, sobre el sujeto cultural argentino, nuestra identidad, disfrutar del
excelente uso de nuestro idioma en sus páginas. Esta fecha invita a releer a
nuestros ensayistas morales, ofrece una nueva ocasión para reflexionar sobre su
ideario, la trascendencia del escritor en nuestra literatura, abro estas
reflexiones con una interrogación: ¿Por qué sus textos están hoy sujetos a los
azares de la posteridad literaria, los olvidamos, o aún no se debilita la
posibilidad de volver a leer sus obras?
Tras muchos años de ir
adentrándome en la labor literaria malleana aprendí a valorarla y respetarla;
pero ese respeto intelectual no implica un bloqueo del juicio crítico: sus
obras no estaban dirigidas al lector común, la fórmula de su escritura fue la
proyección de los temas de sus ensayos, ética, moral, identidad argentina, para
cincelar sus ficciones, quizá ése sea el motivo del regateo del jornal de
gloria desde las generaciones de lectores posteriores. También es cierto que mi
propuesta para interpretarlo pueda poner en cuestión la imagen más difundida de
este creador, al cual considero, dentro de la literatura argentina, una figura
generosa, de conciencia vigilante pero, a la vez, que decepciona en cuanto a la
repercusión del mensaje de sus obras (treinta y nueve títulos), la formulación
de una advertencia está presente en sus páginas, sin embargo no en sus
acciones, sólo trabajo intelectual, pero sus advertencias fracasan porque no se multiplican, paso a
fundamentar la presente afirmación.
Mi
enfoque, que tiende a refutar las habituales críticas acerca de la supuesta
evasión de Mallea ante los problemas nacionales surge, por un lado del análisis
de sus once ensayos y de ubicar al escritor en la “ensayística
hispanoamericana y argentina”; y por
otro de haber realizado una “lectura
ideológica” de su extensa obra y, en consecuencia, de haber fijado su posición
en el campo intelectual de su época en relación al campo de poder y a su
proyecto creador.
A este escritor, como a
otros de su generación que publicaban ensayos, con la perspectiva temporal
necesaria, para comprenderlos mejor, es necesario ubicarlos en la ensayística
hispanoamericana de los cuarenta, dado que el ensayo, como género literario,
fue una de las formas más acreditadas y difundidas en nuestro continente en la
primera mitad del siglo pasado. Se trata de uno de los géneros más elásticos
pues acoge en su seno una gran variedad de temas, pero le costó más trabajo
alcanzar una verdadera jerarquía, entre los géneros literarios
hispanoamericanos, porque no posee la prosapia de la poesía o de la
novela; por esos años, como género literario,
en esta parte del Mundo, estuvo ligado a
una tendencia por parte de los intelectuales que los escribían, que sirvieran
para describir la conciencia nacional de un país, que sean la formulación de
una advertencia para definir identidades. Su verdadera jerarquía se la imprime
el talento del autor que lo aborda, en efecto, en Sudamérica, en las décadas mencionadas, se presenta como un
género de composición “eminentemente expositiva”, caracterizado, en general,
por una actitud crítica que presupone un contenido de interés socio- político, en
el autor que nos ocupa como ejemplo Historia de una pasión argentina; un
tono de conversación espontánea, como en
La vida blanca, o por ejemplo en La guerra interior de Eduardo
Mallea, en el que aparecen apartes digresivos, y una mayor especialización
temática.
Indudablemente, factores
extra literarios hacen que en nuestro continente se desarrolle esa categoría de
ensayo, apta para expresar inquietudes sobre identidades nacionales, para
cuestionar el ser y el sentir de un pueblo. Recordemos que los habitantes, y
particularmente el artista, en nuestro país, soportaba diversas presiones para
poder descubrir y expresar su nacionalidad, en esas décadas progresó
considerablemente el grado de participación de los intelectuales para afirmar
los valores de sus culturas, la gran mayoría de estos ensayos son una larga y
declarada polémica con el entorno, una preocupación, una denuncia, una
advertencia.
Argentina, en esas décadas sufre un conjunto
de acontecimientos, rupturas de la continuidad institucional, por ejemplo en
los años previos y posteriores al treinta pierde vigencia el proyecto de las
generación del ochenta, y el país se queda sin otro proyecto alternativo, la
reacción de los artistas es sintomática, entre los argentinos más jóvenes pocos
aceptan esa realidad, existe un grupo de escritores que se inclina
apasionadamente a trabajar desde sus páginas sobre el país, e intentar
entenderlo, proponiendo encarar distintas soluciones, no todas acertadas, o
escuchadas, todos intentan dar fórmulas para sacar a la Argentina de una
profundísima crisis, desde sus páginas buscan un camino racional para
comprender el mundo conflictivo en que les tocó vivir.
En este continente, en
aquellos tiempos se había producido una disolución de la personalidad, en cada
país como ente cultural y como patria,
cada país sentía la necesidad de tener dónde apoyarse y poder afirmarse
en una personalidad, sólidamente definida, apoyarse en una identidad ya creada,
no en gestación.
Si ustedes pasan por una librería de viejo de
las que, afortunadamente, existen aún en nuestro país podrían comprar algún
título, porque adjunto a este enfoque un apéndice “no omisible”, un listado de
la labor literaria de Eduardo Mallea,
son treinta y nueve obras, consultadas por mí, ha sido un trabajo muy
extenso, fruto de una investigación que realicé años atrás para el Conicet
sobre este escritor; esas y otras investigaciones son la apoyatura de mi juicio
crítico: Eduardo Mallea, desde su proyecto creador, con esas técnicas de
producción, esos géneros, más de treinta títulos, novelas y cuentos, once
ensayos, dos obras de teatro, desde ese campo intelectual, centralizó su
ideario, ya en el comienzo de su trayectoria literaria, en una serie de temas
que reflejaban problemas fundamentales del país, en el veintiséis ya publica su
ensayo Conocimiento y expresión de la Argentina, lo cual le valió la adhesión de la
“juventud lectora” de una época, que
también lo escuchaba en conferencias, en el cuarenta, veían en él no sólo al escritor, sino a un
pensador que podía procurar soluciones para las cuestiones más difíciles del
país, por ejemplo cuando nacía a nuestra vida cultural su ensayo más conocido,
y acaso más trascendente: Historia de una pasión Argentina; en
él define a “los argentinos visibles” y “a los argentinos invisibles”, como si
hubiera dos argentinas, no como las “dos Españas” que menciona Antonio
Machado, la España de pandereta, advierto que no es una idea similar, ése no es
el concepto, para comprender la apreciación malleana debemos sondear en
profundidad su ensayística dado que no se refiere a ese axioma sólo en ese
ensayo.
Mi
enfoque acerca de este escritor surge, como he comentado, también de hacer una
lectura ideológica de su proyecto creador dentro del campo intelectual de su
época, rápidamente para comprender este concepto, más de sociología que de
literatura, paso a explicar: considero preciso insertar a este escritor en el
sistema de relaciones que dibuja la trama del campo intelectual argentino en
los cuarenta, fijando su posición dentro de él y a su vez vinculándola con su
proyecto creador. Como aún hoy no contamos con una biografía de este escritor,
las guías bibliográficas existentes son incompletas y están desactualizadas-
cierran información en los años sesenta-
creo importante repasar algunos momentos de su vida, sólo para
fijar su situación en la urdimbre de relaciones entre intelectuales
poder y sociedad en la Argentina hacia 1940, me limito a esos datos, la
elección no es casual, sino dirigida por el propósito de delimitar su ubicación
dentro del campo intelectual argentino, por ejemplo en ese año ya trabajaba en
el diario La Nación y en la Revista Sur, ya había publicado varias obras y su
ensayo Historia de una pasión
argentina; aquí se impone, en mi visión como lectora crítica, en este tipo
de trazado, siguiendo la postura de Pierre Bourdieu, sociólogo francés
(recomiendo sus títulos), hacer un paréntesis, y realizar una lectura
ideológica, por ejemplo del discurso de la revista en la que él trabajaba.
Al comenzar sus
publicaciones el discurso de Sur se pone al servicio de una clase social, más
adelante se hace una “reubicación” y aparecen temas que se separan del registro
inicial de la revista, por ejemplo la temática “americanista” introducida entre
otros por Waldo Frank o “el impulso al panamericanismo y a la política del buen
vecino” promovida, como recordamos, por los Estados Unidos. Además en esta
etapa irrumpe en la revista la reflexión sobre los orígenes y el destino
nacional. Más adelante la revista recoge la polémica europea de la Segunda
Guerra Mundial y delega su discurso en un grupo de opiniones extranjeras. Ya
casi no aparecen más referencias a la situación política de nuestro país ni más
reflexiones acerca de lo nacional. Sin embargo es importante destacar, yo lo
afirmo a través de mi tarea de investigación, que a lo largo de toda la labor
literaria de Eduardo Mallea, uno de los más asiduos colaboradores de la revista
Sur, Director del Suplemento Literario del diario La Nación, la preocupación
por su país y sus habitantes continúa con la misma intensidad, sin altibajos.
Desarrolló una profunda interpretación
de los errores de varios sectores de la sociedad argentina, ese esfuerzo no
cesó durante toda su vida, traza su proyecto creador alrededor de la cuestión
nacional, éste es el significado que más señalo en sus textos, del modelo de
lectura elegido por mí surge esta interpretación de la fórmula de su escritura:
expone los fundamentos en sus ensayos y con ese ideario cincela los personajes
de sus novelas.
Por ese camino descubrí las
corrientes subterráneas del ideario de la ensayística que conformaron su
montaje narrativo. Con ese modelo de lectura hice una “exégesis” de su novela La
bahía de silencio, que es la novela de una generación, epopeya de un grupo
juvenil de argentinos; igual modelo de lectura seguí en Las águilas, primer tomo de una trilogía que nos muestra
una sincera interpretación de los errores de un sector de la sociedad argentina,
la alta- alta, hijos de inmigrantes profesionales latifundistas que compran su
mobiliario, vestuario, etc., en París.
Es muy extensa la labor
literaria de este escritor, traducida a varios idiomas, francés, inglés, más
leída en el exterior que entre nosotros, por eso en esta fecha que han
comenzado las especulaciones por el bicentenario considero importante responder
cómo decodificar el universo de sus ficciones, de allí mi sugerencia al
comienzo de este enfoque sobre sus páginas - la mayoría son literatura
intelectual – acercarnos a la clave
sería comprenderlas desde la articulación secreta de los ensayos, como lo he
reflejado en mis investigaciones, éste es un breve resumen, los ensayos son una
llave para interpretar la restante labor literaria, hasta las obras de teatro
reflejan la incidencia de los pilares que sostienen el ideario de su
ensayística, el teatro es un teatro intelectual, que no atrae a los directores
para ponerlo en escena con asiduidad.
Desde su primera
publicación, su ensayo Conocimiento y expresión de la Argentina hasta,
su cuento “La espiral” de su libro La mancha en el mármol, publicado en
1982, siempre está presente la pregunta por el país, ¿qué nos está pasando? ¿por qué se oscurece el
futuro del país que era promisorio? La conciencia inquieta de Eduardo Mallea, que reflexionó sobre dos guerras mundiales,
que observó en su patria las rupturas de los períodos democráticos, que fue
diplomático en Oriente, que no lo silenciaron las dictaduras militares, que se
cuestionó acerca de las falsas promesas de los políticos, cinceló las claves de
los personajes de sus narraciones a través de valores muy importantes, por un lado,
tolerancia, honestidad, responsabilidad, respeto, compromiso, confianza; y por
otro los opuestos los que identificaban a las argentinos visibles.
Cabe destacar que en
aquellos tiempos se había producido una disolución de la personalidad, en cada
país como ente cultural y como patria,
cada país sentía la necesidad de tener dónde apoyarse y poder afirmarse
en una personalidad, sólidamente definida, apoyarse en una identidad ya creada,
no en gestación, la argentinidad, la mexicanidad. Por esos años nacía a nuestra
vida cultural su ensayo más conocido, y acaso más trascendente: Historia de una pasión Argentina; en
él define a “los argentinos visibles” y “a los argentinos invisibles”, como si
hubiera dos argentinas, no como las “dos Españas” que menciona Antonio Machado,
la España de pandereta, advierto que no es una idea similar, ése no es el
concepto, para comprender la apreciación malleana debemos sondear en
profundidad su ensayística dado que no se refiere a ese axioma sólo en ese
ensayo.
Identifiqué a partir de sus
ensayos ese axioma, no son dos argentinas, es la definición de las actitudes de
dos modalidades de vida de dos argentinos, yo afirmo que no es “argentino
visible”, no versus, “argentino invisible”, lo puedo explicar a partir de haber
analizado sus ensayos y sus ficciones, cualquier hombre o mujer de nuestra
patria, puede en una etapa de su vida,
en sus conductas, adoptar una modalidad más negativa, más perjudicial para el
país, y en otras etapas de su vida, cambiar hacia una más positiva; ese
argentino que ve al país como presa para
aprovecharse de él, “argentino visible” ( atención no confundir con los
mediáticos de hoy en día); y el que ve al país para crecer conjuntamente con
él, con esfuerzo y honestidad, ése es el “argentino invisible”, o sea visible e
invisible respectivamente.
Tomando la lógica
perspectiva histórica, juzgo acertado afirmar hoy que Mallea realizó el
esfuerzo más serio y desesperado, el más intenso, recordemos el título de su
ensayo Historia de una pasión argentina, de un escritor de su campo
ideológico para comprender lo que estaba pasando en su país, la innegable
profundidad de sus reflexiones, su sinceridad conceptual y sus emocionadas
contradicciones intelectuales dirigidas siempre hacia un objetivo: ayudar a
mejorar el destino nacional, intentando desentrañar la mitad invisible de
nuestra historia, la otra historia, la de las identidades individuales que
hacen a la argentinidad que acompaña al país a crecer, no a destruirse. Pero
ese proyecto creador que forjó Eduardo Mallea ¿fue fértil para los argentinos?
Los ejemplos de conductas de sus personajes, las exhortaciones, los cambios,
los estados de resolución que proclamaba desde sus páginas fueron infructuosos:
los mensajes de los libros no son como los de la televisión, o los de internet,
de difusión masiva.
Del análisis de su obra se
desprende su evidente interés por tener un alto grado de participación en el
destino de su país, pero quizá no lo obtuvo
porque la lectura ideológica que hizo Mallea del país, desde su posición
en el campo intelectual argentino, le impidió salir del puro nivel reflexivo y
entrar en alguna forma de acción o de lucha, así como la que emprendió, por
ejemplo, Martín Tregua, protagonista de su novela La bahía de silencio,
otra clave, ese intelectual argentino, de ficción, pudo superar la dicotomía
intelecto- acción, y fundó con un grupo de amigos, otros intelectuales, una
revista de oposición que se llamó “Basta”.
Indudablemente, la visión
que tuvo este escritor de su país tomaba en cuenta exclusivamente las fuerzas
morales y espirituales de sus compatriotas, y en realidad dichas fuerzas no
constituían por sí solas la esencia del país, la base de nuestro país no es
únicamente espiritual, ni la mayoría de
los argentinos encarnan las cualidades de los “Argentinos invisibles” de sus
textos, de allí el fracaso de su propuesta de producir o transformar a algunos
hombres de su patria, en “espiritualidades” distintas de las de los argentinos
visibles, intentando engendrar, en la mayoría de los habitantes del país, la
conciencia de los “Argentinos invisibles”.
Sus reflexiones, aunque fueron agudas,
no lograron constituir un camino firme, real y concreto, para que sus
compatriotas, sus lectores, pudieran seguirlo.
¿La dicotomía intelecto- acción, fue usual en una generación de intelectuales
argentinos, o no, o sigue siéndolo? Sólo desde su páginas su mensaje, sus
exhortaciones, la pasión de su pensamiento, que por momentos tuvieron tanta
repercusión, no pudieron traducirse en actos transformadores dentro de la
historia de nuestro país, y en el tercer milenio mi enfoque crítico sugiere que
conviene releerlo, ser multiplicadores de esas reflexiones sobre la identidad
argentina, quizá cuanto más logramos conocernos podremos modificar las
conductas negativas, ayudar a definirnos, dirigirnos hacia la conducta del
“Argentino invisible”, modelo dado por uno de nuestros más grandes escritores
morales; conviene leer también los otros, Ezequiel Martínez Estrada y Héctor
Murena.
Volver a leerlo es quitar
la preterición de sus páginas, volver a leerlo como lo leen en Francia, porque en
nuestro país “las cosas nos siguen pasando” y no torcemos el timón hacia un
camino más acertado, los intelectuales marcan un “yo vi más allá y los alerto”,
una advertencia, un mostrarnos el camino, sería un imperativo seleccionar entre
su listado de obras títulos para el estudiante de nivel secundario, y el
docente como guía difundirlo. Olvido, la palabra posteridad, que se restablezca su prestigio, no, eso no
es sólo lo importante, lo trascendental es que aprovechemos sus reflexiones,
acertadísimas, dado el peso que su obra tiene en la literatura mundial, un
espíritu siempre preocupado por los problemas de su país, por sus cuestiones
más profundas, tratando de explicárselas y explicárnoslas, sus once ensayos exhortan a los argentinos a
realizar una misión histórica, a reanudar el propio destino argentino perdido,
aquel del centenario, cuando nuestro nombre estaba entre los diez primeros
países del mundo, o el de granero del mundo.
Aún hoy, en el tercer milenio, nosotros no
alcanzamos a comprender el territorio humano de nuestro país, la fórmula de
nuestra identidad, la índole de nuestras cuestiones, por eso creo que
deberíamos releer la obra malleana, por momentos postergada, para actualizar
aquellos aspectos que he citado de su proyecto creador, y en la medida de las
posibilidades de cada lector hacerlos fecundos, porque sin duda, aunque
inmersos en la mundialización, tomando la perspectiva temporal acertada, al margen
de la idealización en su propuesta de país, hay en sus páginas ideas muy
valiosas que pueden ser recuperadas del “sepulcro literario”, actualizadas, sin
duda su proyecto creador apuntó a contestar sobre los problemas del ser y del
sentir de los argentinos, observador intelectual que no se desentendía de la
índole de las cuestiones de los habitantes de su país, siempre trató de definir
en las páginas de sus libros el clima moral de su Argentina, su código ético, por eso, reitero, es uno de
nuestros grandes escritores morales, expresó el mundo de cambios, angustias,
interrogación, que suscitó en él la difícil situación que le iba deparando la
historia del siglo XX, es mérito de su prosa plasmarlo en sus páginas, y al
recorrerlas, por mi “modelo de lectura crítica”, esas observaciones que fueron
poco reconocidas por las opiniones de algunas generaciones, coetáneas y
posteriores, hoy en épocas tan difíciles como las que estamos viviendo, cómo no
van a tener repercusión entre nosotros, si es la agonía librada por una de las
conciencias éticas de nuestro país, sus observaciones siempre se dirigen hacia
un “deber ser”, tratando de mostrarnos que a pesar de egoísmos, insinceridad,
mediocridad, son más los argentinos invisibles, que están en silencio
construyendo el país, y desde el esfuerzo cotidiano la fórmula sería sacar de
acción los defectos y poner en acción las verdaderas virtudes morales que contenía
la identidad del “argentino invisible” que encontramos en las páginas de las
obras de Eduardo Mallea.
Por Ana Lía Amores
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