lunes, 13 de junio de 2016

ACERCÁNDONOS A LAS CLAVES DEL “IDEARIO” DE EDUARDO MALLEA.

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 ACERCÁNDONOS A LAS CLAVES DEL “IDEARIO” DE EDUARDO MALLEA.
         Los ensayos de Eduardo Mallea. Este año cuando han comenzado las especulaciones por el Bicentenario, 1816- 2016, este hecho habilita la posibilidad de volver a leer las reflexiones de nuestro  escritor, sobre el sujeto cultural argentino, acerca de nuestra identidad, acercarnos a sus definiciones sobre argentinidad. Sus páginas muestran una actitud crítica que presupone un contenido de interés socio- político de nuestro país, como ejemplo Historia de una pasión argentina...




Los ensayos de Eduardo Mallea. Este año cuando han comenzado las especulaciones por el Bicentenario, 1816- 2016, este hecho habilita la posibilidad de volver a leer las reflexiones de nuestro  escritor, sobre el sujeto cultural argentino, acerca de nuestra identidad, acercarnos a sus definiciones sobre argentinidad. Sus páginas muestran una actitud crítica que presupone un contenido de interés socio- político de nuestro país, como ejemplo Historia de una pasión argentina...


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ACERCÁNDONOS A LAS CLAVES DEL “IDEARIO” DE EDUARDO MALLEA.
La obra de Eduardo Mallea hace ya más de una década que tiene muy poca repercusión. Este año cuando han comenzado las especulaciones por el bicentenario, 1816- 2016, considero que este hecho habilita la posibilidad de volver a leer las reflexiones de este escritor argentino, sobre el sujeto cultural argentino, nuestra identidad, disfrutar del excelente uso de nuestro idioma en sus páginas. Esta fecha invita a releer a nuestros ensayistas morales, ofrece una nueva ocasión para reflexionar sobre su ideario, la trascendencia del escritor en nuestra literatura, abro estas reflexiones con una interrogación: ¿Por qué sus textos están hoy sujetos a los azares de la posteridad literaria, los olvidamos, o aún no se debilita la posibilidad de volver a leer sus obras?
Tras muchos años de ir adentrándome en la labor literaria malleana aprendí a valorarla y respetarla; pero ese respeto intelectual no implica un bloqueo del juicio crítico: sus obras no estaban dirigidas al lector común, la fórmula de su escritura fue la proyección de los temas de sus ensayos, ética, moral, identidad argentina, para cincelar sus ficciones, quizá ése sea el motivo del regateo del jornal de gloria desde las generaciones de lectores posteriores. También es cierto que mi propuesta para interpretarlo pueda poner en cuestión la imagen más difundida de este creador, al cual considero, dentro de la literatura argentina, una figura generosa, de conciencia vigilante pero, a la vez, que decepciona en cuanto a la repercusión del mensaje de sus obras (treinta y nueve títulos), la formulación de una advertencia está presente en sus páginas, sin embargo no en sus acciones, sólo trabajo intelectual, pero sus advertencias  fracasan porque no se multiplican, paso a fundamentar la presente afirmación.
         Mi enfoque, que tiende a refutar las habituales críticas acerca de la supuesta evasión de Mallea ante los problemas nacionales surge, por un lado del análisis de sus once ensayos y  de  ubicar al escritor en la “ensayística hispanoamericana y argentina”;  y por otro  de haber realizado una “lectura ideológica” de su extensa obra y, en consecuencia, de haber fijado su posición en el campo intelectual de su época en relación al campo de poder y a su proyecto creador.


A este escritor, como a otros de su generación que publicaban ensayos, con la perspectiva temporal necesaria, para comprenderlos mejor, es necesario ubicarlos en la ensayística hispanoamericana de los cuarenta, dado que el ensayo, como género literario, fue una de las formas más acreditadas y difundidas en nuestro continente en la primera mitad del siglo pasado. Se trata de uno de los géneros más elásticos pues acoge en su seno una gran variedad de temas, pero le costó más trabajo alcanzar una verdadera jerarquía, entre los géneros literarios hispanoamericanos, porque no posee la prosapia de la poesía o de la novela;  por esos años, como género literario, en esta parte del Mundo, estuvo ligado  a una tendencia por parte de los intelectuales que los escribían, que sirvieran para describir la conciencia nacional de un país, que sean la formulación de una advertencia para definir identidades. Su verdadera jerarquía se la imprime el talento del autor que lo aborda, en efecto, en Sudamérica, en  las décadas mencionadas, se presenta como un género de composición “eminentemente expositiva”, caracterizado, en general, por una actitud crítica que presupone un contenido de interés socio- político, en el autor que nos ocupa como ejemplo Historia de una pasión argentina; un tono de conversación  espontánea, como en La vida blanca, o por ejemplo en La guerra interior de Eduardo Mallea,  en el que aparecen apartes  digresivos, y una mayor especialización temática.
Indudablemente, factores extra literarios hacen que en nuestro continente se desarrolle esa categoría de ensayo, apta para expresar inquietudes sobre identidades nacionales, para cuestionar el ser y el sentir de un pueblo. Recordemos que los habitantes, y particularmente el artista, en nuestro país, soportaba diversas presiones para poder descubrir y expresar su nacionalidad, en esas décadas progresó considerablemente el grado de participación de los intelectuales para afirmar los valores de sus culturas, la gran mayoría de estos ensayos son una larga y declarada polémica con el entorno, una preocupación, una denuncia, una advertencia.
 Argentina, en esas décadas sufre un conjunto de acontecimientos, rupturas de la continuidad institucional, por ejemplo en los años previos y posteriores al treinta pierde vigencia el proyecto de las generación del ochenta, y el país se queda sin otro proyecto alternativo, la reacción de los artistas es sintomática, entre los argentinos más jóvenes pocos aceptan esa realidad, existe un grupo de escritores que se inclina apasionadamente a trabajar desde sus páginas sobre el país, e intentar entenderlo, proponiendo encarar distintas soluciones, no todas acertadas, o escuchadas, todos intentan dar fórmulas para sacar a la Argentina de una profundísima crisis, desde sus páginas buscan un camino racional para comprender el mundo conflictivo en que les tocó vivir.
En este continente, en aquellos tiempos se había producido una disolución de la personalidad, en cada país como ente cultural y como patria,  cada país sentía la necesidad de tener dónde apoyarse y poder afirmarse en una personalidad, sólidamente definida, apoyarse en una identidad ya creada, no en gestación.


 Si ustedes pasan por una librería de viejo de las que, afortunadamente, existen aún en nuestro país podrían comprar algún título, porque adjunto a este enfoque un apéndice “no omisible”, un listado de la labor literaria de Eduardo Mallea,  son treinta y nueve obras, consultadas por mí, ha sido un trabajo muy extenso, fruto de una investigación que realicé años atrás para el Conicet sobre este escritor; esas y otras investigaciones son la apoyatura de mi juicio crítico: Eduardo Mallea, desde su proyecto creador, con esas técnicas de producción, esos géneros, más de treinta títulos, novelas y cuentos, once ensayos, dos obras de teatro, desde ese campo intelectual, centralizó su ideario, ya en el comienzo de su trayectoria literaria, en una serie de temas que reflejaban problemas fundamentales del país, en el veintiséis ya publica su ensayo Conocimiento y expresión de la Argentina,  lo cual le valió la adhesión de la “juventud  lectora” de una época, que también lo escuchaba en conferencias, en el cuarenta,  veían en él no sólo al escritor, sino a un pensador que podía procurar soluciones para las cuestiones más difíciles del país, por ejemplo cuando nacía a nuestra vida cultural su ensayo más conocido, y acaso más trascendenteHistoria de una pasión Argentina; en él define a “los argentinos visibles” y “a los argentinos invisibles”, como si hubiera dos argentinas, no como las “dos Españas” que menciona Antonio Machado, la España de pandereta, advierto que no es una idea similar, ése no es el concepto, para comprender la apreciación malleana debemos sondear en profundidad su ensayística dado que no se refiere a ese axioma sólo en ese ensayo.
         Mi enfoque acerca de este escritor surge, como he comentado, también de hacer una lectura ideológica de su proyecto creador dentro del campo intelectual de su época, rápidamente para comprender este concepto, más de sociología que de literatura, paso a explicar: considero preciso insertar a este escritor en el sistema de relaciones que dibuja la trama del campo intelectual argentino en los cuarenta, fijando su posición dentro de él y a su vez vinculándola con su proyecto creador. Como aún hoy no contamos con una biografía de este escritor, las guías bibliográficas existentes son incompletas y están desactualizadas- cierran información en los años sesenta-  creo importante repasar algunos momentos de su vida, sólo  para  fijar su situación en la urdimbre de relaciones entre intelectuales poder y sociedad en la Argentina hacia 1940, me limito a esos datos, la elección no es casual, sino dirigida por el propósito de delimitar su ubicación dentro del campo intelectual argentino, por ejemplo en ese año ya trabajaba en el diario La Nación y en la Revista Sur, ya había publicado varias obras y su ensayo  Historia de una pasión argentina; aquí se impone, en mi visión como lectora crítica, en este tipo de trazado, siguiendo la postura de Pierre Bourdieu, sociólogo francés (recomiendo sus títulos), hacer un paréntesis, y realizar una lectura ideológica, por ejemplo del discurso de la revista en la que él trabajaba.
Al comenzar sus publicaciones el discurso de Sur se pone al servicio de una clase social, más adelante se hace una “reubicación” y aparecen temas que se separan del registro inicial de la revista, por ejemplo la temática “americanista” introducida entre otros por Waldo Frank o “el impulso al panamericanismo y a la política del buen vecino” promovida, como recordamos, por los Estados Unidos. Además en esta etapa irrumpe en la revista la reflexión sobre los orígenes y el destino nacional. Más adelante la revista recoge la polémica europea de la Segunda Guerra Mundial y delega su discurso en un grupo de opiniones extranjeras. Ya casi no aparecen más referencias a la situación política de nuestro país ni más reflexiones acerca de lo nacional. Sin embargo es importante destacar, yo lo afirmo a través de mi tarea de investigación, que a lo largo de toda la labor literaria de Eduardo Mallea, uno de los más asiduos colaboradores de la revista Sur, Director del Suplemento Literario del diario La Nación, la preocupación por su país y sus habitantes continúa con la misma intensidad, sin altibajos.
Desarrolló una profunda interpretación de los errores de varios sectores de la sociedad argentina, ese esfuerzo no cesó durante toda su vida, traza su proyecto creador alrededor de la cuestión nacional, éste es el significado que más señalo en sus textos, del modelo de lectura elegido por mí surge esta interpretación de la fórmula de su escritura: expone los fundamentos en sus ensayos y con ese ideario cincela los personajes de sus novelas.
Por ese camino descubrí las corrientes subterráneas del ideario de la ensayística que conformaron su montaje narrativo. Con ese modelo de lectura hice una “exégesis” de su novela La bahía de silencio, que es la novela de una generación, epopeya de un grupo juvenil de argentinos; igual modelo de lectura seguí en Las águilas,  primer tomo de una trilogía que nos muestra una sincera interpretación de los errores de un sector de la sociedad argentina, la alta- alta, hijos de inmigrantes profesionales latifundistas que compran su mobiliario, vestuario, etc., en París.
Es muy extensa la labor literaria de este escritor, traducida a varios idiomas, francés, inglés, más leída en el exterior que entre nosotros, por eso en esta fecha que han comenzado las especulaciones por el bicentenario considero importante responder cómo decodificar el universo de sus ficciones, de allí mi sugerencia al comienzo de este enfoque sobre sus páginas - la mayoría son literatura intelectual –  acercarnos a la clave sería comprenderlas desde la articulación secreta de los ensayos, como lo he reflejado en mis investigaciones, éste es un breve resumen, los ensayos son una llave para interpretar la restante labor literaria, hasta las obras de teatro reflejan la incidencia de los pilares que sostienen el ideario de su ensayística, el teatro es un teatro intelectual, que no atrae a los directores para ponerlo en escena con asiduidad.
Desde su primera publicación, su ensayo Conocimiento y expresión de la Argentina hasta, su cuento “La espiral” de su libro La mancha en el mármol, publicado en 1982, siempre está presente la pregunta por el país,  ¿qué nos está pasando? ¿por qué se oscurece el futuro del país que era promisorio?  La  conciencia inquieta de Eduardo Mallea,  que reflexionó sobre dos guerras mundiales, que observó en su patria las rupturas de los períodos democráticos, que fue diplomático en Oriente, que no lo silenciaron las dictaduras militares, que se cuestionó acerca de las falsas promesas de los políticos, cinceló las claves de los personajes de sus narraciones a través de valores muy importantes, por un lado, tolerancia, honestidad, responsabilidad, respeto, compromiso, confianza; y por otro los opuestos los que identificaban a las argentinos visibles.
Cabe destacar que en aquellos tiempos se había producido una disolución de la personalidad, en cada país como ente cultural y como patria,  cada país sentía la necesidad de tener dónde apoyarse y poder afirmarse en una personalidad, sólidamente definida, apoyarse en una identidad ya creada, no en gestación, la argentinidad, la mexicanidad. Por esos años nacía a nuestra vida cultural su ensayo más conocido, y acaso más trascendente:  Historia de una pasión Argentina; en él define a “los argentinos visibles” y “a los argentinos invisibles”, como si hubiera dos argentinas, no como las “dos Españas” que menciona Antonio Machado, la España de pandereta, advierto que no es una idea similar, ése no es el concepto, para comprender la apreciación malleana debemos sondear en profundidad su ensayística dado que no se refiere a ese axioma sólo en ese ensayo.
Identifiqué a partir de sus ensayos ese axioma, no son dos argentinas, es la definición de las actitudes de dos modalidades de vida de dos argentinos, yo afirmo que no es “argentino visible”, no versus, “argentino invisible”, lo puedo explicar a partir de haber analizado sus ensayos y sus ficciones, cualquier hombre o mujer de nuestra patria,  puede en una etapa de su vida, en sus conductas, adoptar una modalidad más negativa, más perjudicial para el país, y en otras etapas de su vida, cambiar hacia una más positiva; ese argentino que  ve al país como presa para aprovecharse de él, “argentino visible” ( atención no confundir con los mediáticos de hoy en día); y el que ve al país para crecer conjuntamente con él, con esfuerzo y honestidad, ése es el “argentino invisible”, o sea visible e invisible respectivamente.
Tomando la lógica perspectiva histórica, juzgo acertado afirmar hoy que Mallea realizó el esfuerzo más serio y desesperado, el más intenso, recordemos el título de su ensayo Historia de una pasión argentina, de un escritor de su campo ideológico para comprender lo que estaba pasando en su país, la innegable profundidad de sus reflexiones, su sinceridad conceptual y sus emocionadas contradicciones intelectuales dirigidas siempre hacia un objetivo: ayudar a mejorar el destino nacional, intentando desentrañar la mitad invisible de nuestra historia, la otra historia, la de las identidades individuales que hacen a la argentinidad que acompaña al país a crecer, no a destruirse. Pero ese proyecto creador que forjó Eduardo Mallea ¿fue fértil para los argentinos? Los ejemplos de conductas de sus personajes, las exhortaciones, los cambios, los estados de resolución que proclamaba desde sus páginas fueron infructuosos: los mensajes de los libros no son como los de la televisión, o los de internet, de difusión masiva.
Del análisis de su obra se desprende su evidente interés por tener un alto grado de participación en el destino de su país, pero quizá no lo obtuvo  porque la lectura ideológica que hizo Mallea del país, desde su posición en el campo intelectual argentino, le impidió salir del puro nivel reflexivo y entrar en alguna forma de acción o de lucha, así como la que emprendió, por ejemplo, Martín Tregua, protagonista de su novela La bahía de silencio, otra clave, ese intelectual argentino, de ficción, pudo superar la dicotomía intelecto- acción, y fundó con un grupo de amigos, otros intelectuales, una revista de oposición que se llamó “Basta”.
Indudablemente, la visión que tuvo este escritor de su país tomaba en cuenta exclusivamente las fuerzas morales y espirituales de sus compatriotas, y en realidad dichas fuerzas no constituían por sí solas la esencia del país, la base de nuestro país no es únicamente espiritual, ni  la mayoría de los argentinos encarnan las cualidades de los “Argentinos invisibles” de sus textos, de allí el fracaso de su propuesta de producir o transformar a algunos hombres de su patria, en “espiritualidades” distintas de las de los argentinos visibles, intentando engendrar, en la mayoría de los habitantes del país, la conciencia de los “Argentinos invisibles”.
         Sus reflexiones, aunque fueron agudas, no lograron constituir un camino firme, real y concreto, para que sus compatriotas, sus lectores, pudieran seguirlo.  ¿La dicotomía intelecto- acción, fue usual en una generación de intelectuales argentinos, o no, o sigue siéndolo? Sólo desde su páginas su mensaje, sus exhortaciones, la pasión de su pensamiento, que por momentos tuvieron tanta repercusión, no pudieron traducirse en actos transformadores dentro de la historia de nuestro país, y en el tercer milenio mi enfoque crítico sugiere que conviene releerlo, ser multiplicadores de esas reflexiones sobre la identidad argentina, quizá cuanto más logramos conocernos podremos modificar las conductas negativas, ayudar a definirnos, dirigirnos hacia la conducta del “Argentino invisible”, modelo dado por uno de nuestros más grandes escritores morales; conviene leer también los otros, Ezequiel Martínez Estrada y Héctor Murena.



Volver a leerlo es quitar la preterición de sus páginas, volver a leerlo como lo leen en Francia, porque en nuestro país “las cosas nos siguen pasando” y no torcemos el timón hacia un camino más acertado, los intelectuales marcan un “yo vi más allá y los alerto”, una advertencia, un mostrarnos el camino, sería un imperativo seleccionar entre su listado de obras títulos para el estudiante de nivel secundario, y el docente como guía difundirlo. Olvido, la palabra posteridad,  que se restablezca su prestigio, no, eso no es sólo lo importante, lo trascendental es que aprovechemos sus reflexiones, acertadísimas, dado el peso que su obra tiene en la literatura mundial, un espíritu siempre preocupado por los problemas de su país, por sus cuestiones más profundas, tratando de explicárselas y explicárnoslas,  sus once ensayos exhortan a los argentinos a realizar una misión histórica, a reanudar el propio destino argentino perdido, aquel del centenario, cuando nuestro nombre estaba entre los diez primeros países del mundo, o el de granero del mundo.
Aún hoy, en el tercer milenio, nosotros no alcanzamos a comprender el territorio humano de nuestro país, la fórmula de nuestra identidad, la índole de nuestras cuestiones, por eso creo que deberíamos releer la obra malleana, por momentos postergada, para actualizar aquellos aspectos que he citado de su proyecto creador, y en la medida de las posibilidades de cada lector hacerlos fecundos, porque sin duda, aunque inmersos en la mundialización, tomando la perspectiva temporal acertada,  al margen  de la idealización en su propuesta de país, hay en sus páginas ideas muy valiosas que pueden ser recuperadas del “sepulcro literario”, actualizadas, sin duda su proyecto creador apuntó a contestar sobre los problemas del ser y del sentir de los argentinos, observador intelectual que no se desentendía de la índole de las cuestiones de los habitantes de su país, siempre trató de definir en las páginas de sus libros el clima moral de su Argentina,  su código ético, por eso, reitero, es uno de nuestros grandes escritores morales, expresó el mundo de cambios, angustias, interrogación, que suscitó en él la difícil situación que le iba deparando la historia del siglo XX, es mérito de su prosa plasmarlo en sus páginas, y al recorrerlas, por mi “modelo de lectura crítica”, esas observaciones que fueron poco reconocidas por las opiniones de algunas generaciones, coetáneas y posteriores, hoy en épocas tan difíciles como las que estamos viviendo, cómo no van a tener repercusión entre nosotros, si es la agonía librada por una de las conciencias éticas de nuestro país, sus observaciones siempre se dirigen hacia un “deber ser”, tratando de mostrarnos que a pesar de egoísmos, insinceridad, mediocridad, son más los argentinos invisibles, que están en silencio construyendo el país, y desde el esfuerzo cotidiano la fórmula sería sacar de acción los defectos y poner en acción las verdaderas virtudes morales que contenía la identidad del “argentino invisible” que encontramos en las páginas de las obras de Eduardo Mallea.
                                                      Por Ana Lía Amores











Ana Lía Amores

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